EN ROMA CON SHELLEY (1)

Domenico Rocchi, Arqueólogos en el Foro (ca. 1880)

Percy Bysshe Shelley

Nápoles, 22 de diciembre de 1818

A Thomas Love Peacock

QUERIDO PEACOCK:

(…) Desde la última vez que te escribí, vi las ruinas de Roma, el Vaticano, San Pedro y todos los milagros del arte antiguo y moderno que alberga esta majestuosa ciudad.

La impresión que me han causado supera todo lo vivido en mis viajes.

            Hemos estado allí solo una semana, con la intención de regresar a finales de febrero y dedicar dos o tres meses a esta fuente de inagotable contemplación; de ello te remitiré una descripción detallada.

Hemos visitado el Foro y las ruinas del Coliseo todos los días.

            El COLISEO no se parece a ninguna creación humana que haya visto hasta la fecha. Su altura y su perímetro son enormes.

Los arcos, construidos a base de piedras macizas, se superponen unos sobre los otros, adentrándose en el cielo azul como si fuesen rocas colgantes.  

El paso del tiempo lo ha transformado en una suerte de anfiteatro de colinas rocosas cubiertas de olivos silvestres, mirtos e higueras, atravesadas por pequeños senderos que serpentean por sus derruidas escaleras y sus incontables galerías.

La sombra de los matorrales te cubre cuando paseas por sus laberintos, y una maleza cuajada de flores alfombra el suelo.

            La arena está cubierta de hierba, como una llanura natural cuyos bordes penetran en las grietas de los arcos derruidos que la rodean. Solo se conserva una pequeña parte de su perímetro, de una ligereza y belleza exquisitas.

Su arquitectura perfecta, realzada por hileras de pilastras corintias que sostienen una imponente cornisa, produce un efecto tan refinado que suaviza la impresión de su grandeza.

            El interior está todo en ruinas. No creo que cuando estaba recubierto de mármol dórico y adornado con columnas de granito egipcio fuese más sublime e impresionante de lo que es hoy.

            Está a cielo abierto, y el tiempo claro y soleado de finales de noviembre nos acompañó en nuestras visitas diarias.

Cerca está el ARCO DE CONSTANTINO, o mejor dicho el arco de Trajano, porque el rastrero y avaricioso senado de la decadente Roma ordenó demoler el monumento de su predecesor para dedicar uno a la sabandija cristiana que reptó por la sangre de su familia asesinada hasta el poder supremo. Es de una belleza y una perfección exquisitas.   

El FORO es una planicie en el medio de Roma, una especie de desierto lleno de montones de piedras y hoyos; aunque está cerca de las casas de la gente, es el lugar más desolado que puedas imaginar.

Por todas partes se ven ruinas de templos, columnas rotas y también algunas enteras, que sostienen cornisas de exquisita factura, y enormes bóvedas destrozadas con sus casetones aún visibles, que antaño estuvieron llenas de esculturas de marfil o de bronce.

Los TEMPLOS de Júpiter, de la Concordia, de la Paz, del Sol, de la Luna y de Vesta están a poca distancia de aquí.

¡Contempla los vestigios de lo que una gran nación dedicó a las abstracciones de la mente!

Roma es en cierto modo una ciudad de muertos, o más bien de los que no pueden morir y que sobreviven a las insignificantes generaciones que viven y mueren en el lugar que ellos han hecho sagrado para la eternidad.

En Roma, cuando te embarga el entusiasmo de reconocer el pasado, no ves nada de los italianos. La propia naturaleza de la ciudad favorece esta ilusión.

La rodean unas extensas y antiguas MURALLAS de dieciséis millas de longitud, de manera que la población se encuentra dispersa en una superficie casi tan grande como Londres, que encierra campos abiertos y salvajes, senderos alfombrados de hierba, bosquecillos que serpentean entre las ruinas y una gran colina verde, solitaria y desnuda que domina el Tíber.

Muralla aureliana, ca. 1910.

Los JARDINES de los palacios modernos son como bosques salvajes de cedros, cipreses y pinos, y la maleza cubre los senderos descuidados.

Villa Borghese 1904

El CEMENTERIO INGLÉS es una ladera verde junto a las murallas, al pie de la PIRÁMIDE de CESTIO.

Creo que es el cementerio más hermoso y solemne que haya visto jamás. Contemplar el sol brillando sobre la hierba resplandeciente y fresca, cubierta de rocío otoñal cuando lo visitamos por primera vez, oír el susurro del viento entre las hojas de los árboles que han crecido sobre la tumba de Cestio, la tierra palpitando al calor del sol, descubrir las tumbas, en su mayoría de mujeres y jóvenes que están enterrados allí, provoca que uno, si tuviera que morir, deseara el sueño que ellos parecen dormir. Así es la mente humana, y así puebla con sus deseos el vacío y el olvido.

 Te he contado un poco sobre Roma. Reservo para mi regreso el Panteón, San Pedro, el Vaticano y Rafael (…)

Adiós, mi querido Peacok. Con afecto, tu amigo

P.B.S.

CONTINUARÁ…

TRADUCCIÓN: Maite Jiménez (julio 2025)

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About Maite Jiménez Pérez

Profesora de Latín y Griego. Traductora.
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