
Perque dies multos latitans omnemque tremescens
ad strepitum, mortemque timens cupidusque moriri,
glande famem pellens et mixta frondibus herba,
solus, inops, exspes, leto poenaeque relictus
Se escondió durante muchos días, temblando a cada sonido,
temía la muerte y deseaba morir,
quitaba el hambre con bellotas, hierba y hojas,
solo, miserable, desesperado, a merced de la muerte y del castigo.
Ovidio, Metamorfosis, XIV, 214ss

VIRGILIO cuenta en la Eneida el episodio del desdichado AQUEMÉNIDES, integrante de la expedición de ULISES.
Después de Troya, Ulises regresaba a Ítaca y paró en Sicilia.
De todos es conocida la aventura con el CÍCLOPE POLIFEMO.

Su astucia le permitió superar el miedo. Porque todo el mundo sabe que los valientes también tienen miedo, pero su valor reside en la superación de ese temor.
El cíclope se rindió a los efectos del vino, los griegos cegaron su único ojo con una estaca ardiente y consiguieron salir de la cueva gracias al inteligente ardid de su capitán: agarrados a las barrigas de las ovejas.

Se burló de Polifemo con un juego lingüístico: su nombre inventado para la ocasión, NADIE
οὔτις

En su huída, los griegos olvidaron a un camarada, que se quedó atrapado en la isla de los cíclopes para siempre.
Se llamaba AQUEMÉNIDES, un pobre náufrago.

AQUEMÉNIDES es un superviviente, angustiado no tanto por vivir, sino por morir.
Porque el miedo de este griego es perecer a manos de un monstruo.
Él ansía que, si ha de morir, otro humano le conceda esa gracia.

Entre tanto, el viento y el sol nos habían dejado exhaustos,
y, como desconocíamos el camino, fuimos a dar a la playa de los cíclopes.
Allí hay una bahía enorme, abrigada del azote de los vientos,
pero cerca retumba el Etna con horribles temblores:

unas veces vomita al cielo una nube oscura
humeante de remolinos negros y de pavesas incandescentes,
alza globos de llamas y lame las estrellas;
otras, eructando, revienta las piedras, destroza las entrañas
del monte y con un gemido amontona en el aire
rocas fundidas, hirviendo desde las profundidades.
Cuentan que el cuerpo de Encélado, medio quemado por un rayo,
yace aplastado por esta mole; con el gigantesco Etna
sobre él exhala llamas por sus resquebrajadas chimeneas
y cada vez que, cansado, cambia de lado, hace temblar toda la
Trinacria con un murmullo e inunda el cielo de humo.

Aquella noche, cobijados en el bosque, asistimos a tremendos
prodigios, pero no logramos ver la causa de aquel fragor.
Porque no eran fuegos de astros, ni las estrellas constelaban
el firmamento, sino nubes en el cielo oscuro,
y una noche cerrada tenía la luna atrapada en un nimbo.

Un nuevo día nacía al despuntar el alba.
Cuando la Aurora ya había despejado la húmeda sombra
del cielo, de repente salió del bosque, macilenta y consumida,
la extraña figura de un hombre desconocido de aspecto mísero,
tendiendo, suplicante, sus manos hacia la playa.
Lo miramos: terriblemente sucio, la barba larga,
harapos cosidos con espinas; por lo demás, un griego,
enviado antaño a Troya en el ejército de su patria.

Cuando desde lejos distinguió nuestros rasgos dardanios
y las armas troyanas, dudó un instante, desconcertado por la visión,
y detuvo el paso; luego, se lanzó precipitadamente a la playa,
llorando y suplicando: “Por los astros os suplico,
por los dioses y por el aire del cielo que respiramos,
llevadme con vosotros, teucros. Llevadme a cualquier parte:
eso bastará. Sé que pertenezco a la flota de los dánaos
y confieso que guerreé contra los penates troyanos.
Por eso, si tan grave es el daño de mi delito,
arrojadme a las olas y hundidme en el inmenso mar;
si muero, me consolará haber muerto a manos de hombres”.

Habló así y, arrastrándose de rodillas, se abrazó a las mías,
pegándose a mí. Le pedimos que nos dijera quién era, de qué
estirpe procedía, que nos contara qué suerte había corrido después.
Mi propio padre Anquises no tardó en tenderle al joven
la mano y confortó su espíritu con ese gesto protector.
Él, una vez superado el miedo, habló así:
“Mi patria es Ítaca, soy compañero del desdichado Ulises
y me llamo Aqueménides; como mi padre Adamasto era
pobre (¡ojalá esa pobreza durase hoy !), fui a Troya.

Cuando mis compañeros abandonaron aterrorizados estas crueles moradas,
se olvidaron de mí y me dejaron aquí, en la gigantesca cueva del Cíclope,
un antro de sangre podrida y de cruentos manjares,
sin luz dentro y enorme. Él es tan gigante que toca
las estrellas (¡oh, dioses, llevaos esta peste de la tierra!),
no es fácil verlo, ni hablar con él;
Su alimento son las vísceras y la negra sangre de los desgraciados.
Yo mismo he visto cómo, acostado en medio de su cueva, cogía
con su inmensa mano los cuerpos de dos de los nuestros y
los despedazaba contra una piedra, y cómo se inundaba el suelo
con la sangre derramada; he visto cómo comía sus miembros
que chorreaban sangre, que aún tibios temblaban entre sus dientes.

Aunque no quedó impune, porque Ulises no lo consintió,
y no se olvidó el ítaco de quién era en semejante trance.
El Cíclope, harto de comida y ahogado en vino,
inclinó la cabeza, la apoyó y se acostó cuan largo era
en la cueva, eructando mientras dormía sangre
y pedazos de carne mezclados con vino ensangrentado;
nosotros, suplicando a los dioses poderosos y echando a suertes la misión
de cada uno, nos desparramamos todo alrededor de él y con una estaca afilada
le trepanamos aquel ojo inmenso, el único que se ocultaba bajo su torva frente,
parecido a un escudo argólico o al lucero de Febo;
por fin vengamos felices las sombras de nuestros compañeros.
Pero huid, desgraciados, huid y soltad las amarras
de la playa.

Iguales y tan grandes como Polifemo, que encierra
en el fondo de su gruta sus lanudas ovejas y les aprieta las ubres,
otros cien nefandos cíclopes habitan a lo largo
de estas onduladas playas y vagan en lo alto de los montes.

Tres veces ya se han llenado de luz los cuernos de la luna
desde que arrastro mi vida por bosques, por guaridas vacías
de fieras y por cuevas; desde el acantilado contemplo a los enormes
cíclopes y tiemblo ante el sonido de sus pasos y de su voz.
Las ramas de los árboles me dan un triste sustento, bayas y duros cornejos,
y las hierbas me alimentan con las raíces que les arranco.

Como siempre lo exploro todo, es la primera vez que he visto llegar
a la playa una flota: esta; a ella, sea cual sea, he decidido
unirme: basta ya de huir de esta raza abominable.
Es mejor que me quitéis la vida con cualquier tipo de muerte.”

Apenas había acabado de hablar, cuando en lo alto del monte vimos
al pastor Polifemo en persona moviéndose con su enorme mole
entre sus ovejas y dirigiéndose a la playa que conocía bien:
un monstruo horrendo, informe, descomunal, con su ojo cegado.
Llevaba en la mano un tronco de pino con el que aseguraba sus pasos;
las lanudas ovejas iban con él; ese es su único disfrute,
el único consuelo para su desgracia.
Cuando llegó al mar y tocó las altas olas,
se lavó la sangre que le chorreaba del ojo y gimió, rechinando
los dientes. Se metió mar adentro,
sin que el agua llegase a tocarle sus altos costados.

Nosotros, temblando, apuramos nuestra fuga, llevándonos
a aquel suplicante que tanto lo merecía. Cortamos en silencio las amarras y
zarpamos, inclinados sobre los remos que batían contra el mar.
El Cíclope lo sintió y viró sus pasos hacia el sonido de las voces.
Pero, cuando se dio cuenta de que no podía apresarnos con la mano
y de que en su persecución no podía igualar a las olas jónicas,
lanzó un inmenso alarido que hizo temblar todas las olas
del mar y la tierra de Italia, sacudida en lo más hondo por el miedo,
y el Etna bramó en sus sinuosas entrañas.
Avisados todos los cíclopes, salieron de los bosques y de lo alto de los montes,
se dirigieron en tropel a la bahía y llenaron la playa.
Distinguimos a aquellos hermanos hijos del Etna, que de pie
nos miraban en vano con su torvo ojo, levantando al cielo sus cabezas.
Qué pavorosa reunión: se alzaban como aéreas encinas
de procerosas copas o como estilizados cipreses,
espesa floresta de Júpiter o bosque de Diana.
Virgilio, Eneida III, 568-683
TRADUCCIÓN: Maite Jiménez (junio 2023)

Hay NÁUFRAGOS que viven en islas perdidas del océano, como Robinson Crusoe; otros, navegan a la deriva en una lancha durante un montón de días, como Pi.
No contaremos entre los selectos miembros de este club náutico ni a Odiseo ni a Simbad, porque sus navegaciones erráticas tienen otra naturaleza: la aventura.
El auténtico naúfrago tiene su espacio limitado y en él tiene que sobrevivir.
La etimología lo explica: aquel que ha perdido su barco, porque se ha hecho pedazos y probablemente hundido.

Ana María Matute reflexionaba en una entrevista sobre los adolescentes. Ella los llama
ADOLESCENTES CON CARA DE NÁUFRAGOS.
Nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros jóvenes viven atrapados en la isla de los cíclopes igual que el náufrago Aqueménides.
En algún momento tendríamos que pararnos a reflexionar qué vamos a hacer con estos chicos que viven en su isla smartphónica.

Yo veo a estos náufragos así:
- Los padres «modernos» entregan un teléfono móvil o una tableta a sus bebés al poco de nacer. Quizás piensen que hacen lo correcto: es importante que sean nativos digitales.
- La sociedad cree que los jóvenes son competentes digitalmente. La escuela puede atestiguar que no: solo conocen las mensajerías y el Tik-Tok. También la IA. Un poco. La realidad es que no saben buscar la información.
- Su vida social es limitada. Hay miedo a salir de casa. Es más fácil encontrar refugio en la pantalla del móvil.
- Sus experiencias vitales reales son escasas. No necesitan el riesgo de la vida. En realidad, tienen miedo.
- Será difícil apartarlos del móvil y que abran un libro. Los culpamos de su ignorancia. Es más cómodo pasar los dedos por la pantalla y visualizar sin pensar el vértigo de las imágenes.
- Los chicos de hoy están tristes. La decepción inunda sus vidas. No se comunican vis a vis, prefieren pegar sus dedos a los mensajes.
- Nos quejamos de su falta de madurez, pero les hemos arrebatado el instrumental para crecer.

Todavía no se han calibrado bien los daños cerebrales que están causando los móviles en nuestras vidas. Sin duda, intervienen en la neuroplasticidad, modifican nuestras conductas y nuestros pensamientos.
El algoritmo domina nuestras vidas, así que la realidad que se nos ofrece está seleccionada previamente.
El náufrago AQUEMÉNIDES fue abandonado, olvidado en una isla de monstruos por sus compañeros de expedición. Hubo de sobrevivir con peligros constantes, con la amenaza insoportable de morir a manos de un ser inhumano. Nosotros hemos abandonado a una generación entera.
Su aspecto era el de un indigente, triste y desesperado, que deseaba ir a cualquier parte que lo llevaran. Eso le suplica a Eneas. Los jóvenes necesitan nuestro tiempo, pero dárselo supone esfuerzo.
Nuestro náufrago se alimenta de lo que la naturaleza tiene a bien ofrecerle: no cultiva, no recoge, solo sobrevive. No tiene instrumentos, herramientas, vivienda ni espacio propio, porque esa morada es de los monstruos. Ese es su algoritmo.
Miedo a morir y miedo a vivir. Abandonado y solo. Olvidado del lenguaje humano y del trato con las personas. No ha rozado la piel de otro hombre en mucho tiempo. Esas son sus redes sociales.
Mientras, en ese universo paralelo que encierra el dispositivo:
Agresividad, violencia, narcisismo, amoralidad, vaciedad, influencers, seguidismo, lluvia de imágenes, irreflexión, analfabetismo, ruindad, vanidad…Son sus cíclopes.
Es un NÁUFRAGO.

MESSAGE IN A BOTTLE
The Police.
Just a castaway, an island lost at sea, oh
Another lonely day, with no one here but me, oh
More loneliness than any man could bear
Rescue me before I fall into despair, oh
I’ll send an S.O.S to the world
I hope that someone gets my
Message in a bottle, yeah.
A year has passed since I wrote my note
I should have known this right from the start
Only hope can keep me together
Love can mend your life
Or love can break your heart
I’ll send an S.O.S to the world
I hope that someone gets my
Message in a bottle, yeah
Walked out this morning, I don’t believe what I saw
Hundred billion bottles washed up on the shore
Seems I’m not alone at being alone
Hundred billion castaways, looking for a home
I’ll send an S.O.S to the world
I hope that someone gets my
Message in a bottle, yeah
Sending out an S.O.S
I’m sending out an S.O.S