GRITÉ UNA NOCHE
Alfred Hitchcock, Psicosis (1960)
Cuando llegaron al sitio donde estaba el fuerte Diomedes, domador de caballos, con los más y mejores de los adalides, que parecían carniceros leones o puercos monteses, cuya fuerza es grande, se detuvieron; y Hera, la diosa de los níveos brazos, tomando el aspecto del magnánimo Esténtor, que tenía vozarrón de bronce y gritaba tanto como cincuenta, exclamó:
—¡Qué vergüenza, argivos, hombres sin dignidad, admirables sólo por la figura! Mientras el divino Aquileo asistía a las batallas, los teucros, amedrentados por su formidable pica, no pasaban de las puertas dardanias, y ahora combaten lejos de la ciudad, junto a las cóncavas naves.
(Ilíada V, 780-791.Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910)
Protozoo Stentor
Esténtor según Homero tenía la voz de cincuenta hombres, de timbre broncíneo, como el de una tuba.
Hera adoptó la forma de Esténtor para mover el combate, excitando el coraje de los griegos quienes de ese modo continuaron luchando con ardor.
Pero, al igual que Marsias con Apolo, Esténtor quiso competir con Hermes. No se puede retar a un dios. Hermes, también dios de la elocuencia y de la voz, ganó el certamen y Esténtor reventó.
Sapo Corredor (Epidalea Calamita)
Su nombre procede de la raíz indoeuropea * (s)ten- que significa gritar, a través del griego steno, quejarse. Esa murmuración que produce la tristeza da origen al estruendo en el antiguo alemán donar, y de ahí Donner, el trueno.
El llanto y el grito parecen ser los orígenes del lenguaje. Cuando somos bebés, el hambre, el frío o el sueño son sensaciones desagradables que nos hacen padecer desolación y desamparo.
Desde que somos pequeños, el grito es una llamada de atención para que nos tomen en serio. A veces significa desesperación y angustia, estrés o enfado brutal, miedo, cólera u odio.
Edvard Munch, El grito
El enfado propicia el grito fácil, como negación de la realidad. La paciencia puede evitar el conflicto. No nos damos cuenta de que somos como una batería que se va cargando, y cuando se llena de energía negativa, puede enfermar. Entonces podríamos padecer del corazón o vernos afectados en nuestro sistema vascular.
Los egos muy grandes tienen el grito muy fácil, y muy grande. Los egos pequeños no son capaces ni de gritar.
Leonardo Da Vinci, Retrato de Ginevra Benci
Hay gritos de oportunidad, como los deportivos. Correr hacia el miedo hace superarlo. Los valientes no son los que no tienen miedo, sino los que lo superan. Los que no tienen miedo, son los temerarios.
Vencer es importante, por eso también existen los gritos de amenaza, como los de guerra, en ocasiones orquestados por tubas y trompetas, aquellas que generan estrés y miedo en el enemigo.
El rey Leónidas de Esparta en 300 (Zack Snyder, 2007)
El pánico de Pan genera gritos de terror. Los terrores nocturnos y las parasomnias hacen que gritemos en la noche y caminemos sonámbulos hasta el cuarto de al lado, buscando siempre el interruptor de la luz.
El hombre ha creado muchos ingenios para potenciar el sonido, para hacerlo más grande: megáfonos, teléfonos, radio, televisión, altavoces y demás.
Teléfono Hirmondó, donde un «Estentor» lee las noticias
De la queja indoeuropea, de la dulce melancolía con la que Hermes venció a Esténtor hemos llegado al hostigamiento y a perder los papeles. Salvo en el deporte o en el júbilo de la victoria, el grito es maleducado y cruel.
Hay gritos de placer. Esos son liberadores, pero no estruendosos. Agradan y despiertan envidia, porque el corazón se hace grande y acaban en sonrisa.
Algunos practican la GRITOTERAPIA, que combinada con la RISOTERAPIA, ofrece muchos beneficios para la salud humana.
Gimamos entonces como los griegos, de manera profunda y ruidosa, sin gritos.
GRITÉ UNA NOCHE
(Nacha Pop, Dibujos Animados 1985)
Andar sin avanzar, caminar, tropezar
beber otras diez
madrugar y no llegar,
¿Quién tiene prisa en verme llegar?
La luz del bulevar vibra y marea
porque tú no estás,
y una noche como hoy me paro, me digo
¿sueñas o no?
Grité una noche
mi voz dio botes,
ocho letras, realidad, dura para masticar.
Grité una noche
como hoy por la noche,
otro golpe, recordar el instante en que te vas.
Mi voz y el humo juntos con el viento
me vuelvo loco buscándote en el tiempo.
Estuve sin vivir, sin respirar ni oír
sin voz, sin solución.
Hoy el día se estrelló
la luna inunda la ciudad,
Durmiendo oí tu voz
si es un sueño, miro, y tú no estás,
abro los ojos, magia en mi cama
¿o es qué has vuelto atrás?
Es tu pulso, el de verdad, te toco, te digo
¿sueño o no? Y yo
grité una noche
mi voz dio botes,
ocho letras, realidad, mundo para disfrutar.
Grité una noche
como hoy por la noche,
otro golpe recordar, toda mi debilidad.
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Qué ganas me entran de volver a leer la Ilíada, y de rebuscar por los cajones el «casette» (¡!) de Nacha Pop…El grito más conmovedor y profundo que recuerdo no es de los que ensordecen, como el de Estentor, sino de los que enmudecen -quiero decir, «hacen enmudecer»-a los otros: el grito silencioso de Michel Corleone al final del Padrino III.
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Gracias Cris! Besísimos
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Permite que (estentóreamente) te felicite por el post y por tu precioso y fascinante blog.
Muchas gracias
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Gracias por tus palabras tan amables.
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