EL IMPOSIBLE ABRAZO DE
LA VENUS DE MILO
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo
(Rubén Darío)
Photo by Flavio Rucci
Tras su descubrimiento por Yorgos, un campesino griego, en la isla de Milo (Melos) ingleses, turcos y franceses la desearon. Tras múltiples peripecias, salió de Grecia el 1 de marzo de 1821, unos pocos días antes de la independencia del pais.
Se exhibe en el Museo del Louvre de París desde la época de Luis XVIII. Los fans de la Afrodita de Melos son innúmeros. Muchos niños sienten pena cuando la ven y enseguida piensan: la pobrecilla no tiene brazos.
Alguien dijo que no tenía brazos, pero que era capaz de abrir las puertas del Museo del Louvre.
Hay que rodearla para apreciar bien sus sensuales curvas. Todos la fotografían, compite incluso con la Giocconda en la atención de las cámaras. Su altura impresiona, pasa de los dos metros.
Su túnica cae y deja entrever el vientre y el inicio de las nalgas. En su sonrisa y su feliz contrapposto está su secreto.
Se han fabulado historias sobre sus brazos. Quizá no los tuvo nunca porque quedó inconclusa, ya que su escultor, cual Pigmalión, en éxtasis amoroso con una amante de carne y hueso, murió al mordisquear su pezón, como cuentan algunos.
Otros dicen que algún desconocido retuvo al que quería ponerle los brazos, otros que los perdió al ser exhumada, o quizá en alguna escaramuza en el barco que la transportaba a Francia.
Otros juegan con la etimología de la isla griega donde fue encontrada, Melos en griego significa manzana. Quizá en una mano llevaba la manzana de la discordia entregada por Paris a la diosa más hermosa, origen de la Guerra de Troya.
Se parece mucho a Artemisa cuando se baña en algún río tras la caza. La túnica se le está cayendo.
2010 RMN/René-Gabriel Ojéda. Baigneuse, dite aussi Vénus (Christophe- Gabriel Allegrain, 1747)
El poeta alemán Heinrich Heine en sus últimos años parisinos se acercó, casi paralizado como estaba, al Museo y cuenta lo siguiente:
“La diosa estaba mirándome con compasión, pero al mismo tiempo con un desconsuelo tal como si quisiera decirme. ¿no ves que no tengo brazos y por eso no puedo ayudarte?”
(Epílogo al Romancero, 1851)
Cuentan que se desmayó ante su contemplación.
Para Sigmund Freud tenía más valor histórico que estético, pues su belleza no fue descubierta hasta mucho más tarde, una belleza llena de convencionalismos. El remilgado médico vienés quizá escondió en su recién descubierto subconsciente deseos que no debía manifestar.
Ese subconsciente, esos deseos, intuiciones y pasiones fueron la inspiración de Salvador Dalí y Marcel Duchamp para esta creación surrealista:
LA VENUS DE MILO CON CAJONES
1936. Museo Boymans-van Beuningen (Rotterdam)
Para Dalí los cajones son:
“….una especie de alegorías destinadas a ilustrar una cierta benevolencia, a aspirar los innumerables perfumes narcisistas que emeanan de cada uno de nuestros cajones….La única diferencia entre la Grecia inmortal y la época contemporánea es Sigmund Freud, quien descubrió que el cuerpo humano, púramente platónico en la época de los griegos, está hoy lleno de cajones secretos que sólo el psicoanalista está en condiciones de saber”
Hay otros ejemplos del movimiento surrealista de estos personajes-mueble como el conocido Violon d´Ingres de Man Ray.
Los relojes y los cajones son una marca del artista catalán.
¿Qué somos y qué contenemos?
Quizá estos cajones sean los cajones de la MEMORIA, llenos de conciencia, de recuerdos, de pensamientos. Así lo expresa el artista:
“Es necesario poner todos los cajones en un cuerpo amplio que no hubiese conocido aún la invención cristiana del remordimiento de conciencia”
Es muy fácil entender este juego surrealista al contemplar la Venus de los cajones de Dalí-Duchamp y fijarnos dónde están: frente, senos, corazón, estómago y rodilla. Esta mujer “desmontable” es una amalgama de zonas erógenas. Los tiradores de pelo en forma de pompón de cada cajón querían dar calidez. No es ya un desnudo, sino un HIPERDESNUDO
Recordemos aquella gamberrada del genial Duchamp:
“SE RUEGA TOCAR”
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