BORGES EN EL LABERINTO
J.L.Borges en el palacio de Minos en Knossos (Creta) en 1984
Este es el laberinto de Creta. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro que Dante imaginó como un toro con cabeza de hombre y en cuya red de piedra se perdieron tantas generaciones. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro y en cuya red se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos. Este es el laberinto de Creta cuyo centro fue el Minotauro y en cuya red se perdieron tantas generaciones como María Kodama y yo nos perdimos en aquella mañana y seguimos perdidos en el tiempo, ese otro laberinto.
Del libro Atlas (1984)

George Frederic Watts, The Minotaur (1885)
El hilo que la mano de Ariadne dejó en la mano de Teseo (en la otra estaba la espada) para que éste se ahondara en el laberinto y descubriera el centro, el hombre con cabeza de toro o, como quiere Dante, el toro con cabeza de hombre, y le diera muerte y pudiera, ya ejecutada la proeza, destejer las redes de piedra y volver a ella, a su amor.
Las cosas ocurrieron así. Teseo no podía saber que del otro lado del laberinto estaba el otro laberinto, el de tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea.
El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad.
Cnossos, 1984. Los conjurados (1985)
Atenea, Teseo y el Minotauro. Copa de Aison, Museo Arqueológico Nacional, Madrid.
Me avergüenza no saber griego y verme forzado a agradecerles en inglés. Como poeta no puedo más que utilizar metáforas, y en esta ocasión utilizaré dos. La primera es aquella del retorno a la patria, el retorno de Ulises.
Ulises tardó diez años para retornar a Itaca. Yo diría que regreso a Creta, que regreso a Grecia, veinticinco siglos después de que todo comenzara aquí mismo; aquí donde comenzó la reflexión, la dialéctica, la poesía, la filosofía, todo. Y regreso después de tantos siglos para agradecerles.
Esa es la primera metáfora. Pero hay una más, aún más extraña, y no queda más que elegir entre una de ambas. La segunda metáfora es
el sentimiento de haber estado siempre aquí.
Bronce minoico
Recuerdo haberle preguntado a mi padre el significado de las palabras Magna Grecia. Él respondió que eran el sur de Italia y Sicilia, y luego hablando solo continuó: “Acaso la Magna Grecia sea el mundo entero”.
Mis primeras lecturas fueron, recuerdo, las fábulas de los hermanos Grimm, las Mil y una noches, Alicia de Lewis Caroll y, por supuesto, la mitología griega. De mi padre aprendí filosofía, comenzando por la célebre carrera entre Aquiles y la tortuga, de Zeón de Elea. Me impresionó profundamente esa paradoja, me parecía una especia de pesadilla: que la carrera continuara, que Aquiles no pudiera alcanzar a la tortuga, que la tortuga estuviera siempre delante de Aquiles y que todo continuara eternamente.
De la mitología griega me impresionaron los doce trabajos de Hércules, la expedición de los argonautas y, por supuesto,
el mito del laberinto.
Laberinto en Herfordshire (Inglaterra) 1940
Pasé mi vida leyendo y escribiendo, y esas dos cosas me hicieron feliz. El mito del laberinto me interesó siempre. Sin embargo el laberinto no me produce sólo temor sino también una suerte de esperanza. Porque si el mundo es caos, estamos perdidos. Pero si es un laberinto, entonces queda alguna esperanza; existe un propósito: un plan secreto dentro de este caos aparente.
Pasé mi vida leyendo y escribiendo poesía; y toda la poesía proviene, como sabemos, al menos en Occidente, de Grecia. Y Grecia nos dio también la filosofía. Y al decir filosofía digo no sólo las respuestas sino también los enigmas y los cuestionamientos: enigmas y cuestionamientos que ocuparon a los presocráticos y a Platón.
William Blake, Ilustraciones para la Divina Comedia
Y ahora pueden elegir. Pueden considerarme un griego exiliado en América del Sur, que regresa a su patria; o decir que
siempre estuve en Grecia
-quiero decir, espiritualmente, no corporalmente.
Ya pueden escoger. Pero lo que quiero que comprendan -y sé que lo entienden, o más bien sienten (uno siente más que comprende)- es que me siento feliz aquí, muy dichoso de estar en Grecia, y que
estaré aquí por siempre, aún cuando mi cuerpo esté ausente.
A veces, también hay laberintos de los que no se quiere salir…
Salutem.
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Es verdad. Gracias, Juan. Un abrazo
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Me ha faltado la frase:
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.
De La casa de Asterión http://www.mundolatino.org/cultura/borges/borges_6.htm
Gracias por seguir escribiendo.
Un abrazo.
Javier
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Gracias siempre a ti. Un beso
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