VALERIO, EL ROMANO REDIVIVO (6)

Una tarde, a eso de las siete, sin decirle a dónde íbamos, me lo llevé conmigo al Panteón.

Rodeamos el edificio hasta una puerta trasera, que estaba abierta. Un hombre nos iluminó unas escaleras sucias y estrechas. Cuando bajamos, le dije a Valerio:

Ahora va a ver un templo erigido poco después de su época y dedicado a todos los dioses.

Él probablemente esperaba ver una ruina, pero no fue así: estábamos entrando en el templo más hermoso que queda en el mundo.

LLuvia de pétalos en el Panteón por Pentecostés

La luz de la luna incidía directamente en el óculo del techo e iluminaba la cúpula y el pavimento. Algunas estrellas centelleaban al lado de ella. Las columnas brillaban tenuemente a nuestro alrededor.

Parecía que el espíritu de la belleza derramaba sus rayos sobre su hijo más querido y que lo penetraba todo, incluso la mente humana, con una gloria suave, pero aún ardiente.

Al contemplar esta escena, la admiración humana no se mezclaba con la profunda sensación que inspiraba: parecía que disfrutaba del dios actual. Si la obra era humana, la gloria venía de la Naturaleza, y ella derramó toda su belleza sobre este templo divino. El cielo oscuro, la luna brillante y las estrellas que titilaban lo cubrieron, y su luz y su belleza entraron en él.

¿Por qué el lenguaje humano no es capaz de expresar los pensamientos? ¿Cómo es que existe un sentimiento inspirado por el exceso de belleza, que lame el corazón con una gentil pero ardiente llama, que puede inspirar virtud y amor, pero que es demasiado intenso para ser expresado con palabras? Permanecimos los dos en silencio.

Caminamos alrededor del templo, luego nos sentamos en los escalones de un altar y permanecimos largo tiempo entregados a la contemplación. Es en momentos como este cuando uno siente la existencia de este Amor panteico que penetra en la Naturaleza…y cuando surge una intensa simpatía con la belleza –si se me permite la expresión- es el único sentimiento que anima el alma. Al final, cuando nos levantamos para salir, Valerio dijo:

¿Por qué me dicen que todo ha cambiado?¿Acaso no está este templo dedicado a nuestros dioses?

No sé por qué…no debí hacerlo, pues envenené un momento de pura felicidad, pero, como quien no quiere la cosa, le señalé una cruz que estaba sobre el altar ante el que estaba encendida una lámpara solitaria. La cruz no alteró mis sentimientos, pero los de mi acompañante se amargaron. La manzana tan hermosa a la vista se había convertido en polvo.

La cruz le hablaba del cambio tan grande, tan intolerable, que destruyó todo el amor y el placer que habían surgido en su corazón. Intenté en vano traerlo de nuevo al profundo sentimiento de belleza y al temor reverencial que lo habían inspirado antes.

El hechizo se rompió.

La cúpula iluminada por la luna, el pavimento resplandeciente, las sombrías hileras de columnas y el cielo oscuro habían perdido para él su santidad.

Salió corriendo del templo.

CONTINUARÁ…

Acerca de Maite Jiménez Pérez

Catedrática de Latín de Secundaria. Traductora en Rinoceronte editora, Ediciones Siruela, Aira Editorial. LAT-GR-ESP-GAL-IT-EN-DEU
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