UN MARIDO PARA ATALANTA
Guido Reni, Atalanta e Hipómenes (Museo del Prado)
La luz que desprende el fabuloso cuadro de Guido Reni y la narración de Ovidio sobre la fuga de Atalanta (Metamorfosis, X, 560 – 707) nos transportan a un continuum clásico donde se fusionan literatura, mitología y también actualidad.
La condición femenina es siempre un tema estrella, pero los que suelen opinar sobre ella son hombres, cuya opinión siempre va a ser sesgada.
Si las que opinan son mujeres, y se ajustan al modelo más tradicional, son calificadas de ñoñas.
Si las mujeres opinadoras se han salido de lo convencional en sus vidas, se las acusa de libertarias o amargadas.
Así que nunca podremos contar con una opinión fiable, a no ser la que ofrecen los artistas.
J.W. Godward, Atalanta
Mejor quedarse con la exhuberante Atalanta de Guido Reni, una atleta que no parece tal cosa. Sus redondeces y la sensualidad de sus curvas la apartan de la imagen a la que nos tienen acostumbrados las atletas olímpicas, esa gimnasia que arruina las formas femeninas y las hace andróginas.
El oráculo que amenazaba a Atalanta es una profecía que aterroriza a casi todas las mujeres: si se casaba se convertiría en un animal. Quizá mejor por fidelidad a Ártemis, la diosa cazadora y montaraz, la Luna, el bosque y los animales, prefirió vivir de modo salvaje: cazar, dormir en el bosque, enrolarse con Jasón y los Argonautas, o participar en una cacería viril como la del jabalí de Calidón. Sorprendió a todos los varones porque fue la primera en hacer sangre, con un valor superior al de cualquier hombre. Pero después de regresar a casa de sus aventuras, como cualquier héroe épico, se dio de bruces con los planes de su padre: debía tomar esposo. Se acabó la soltería y la insensatez.
Las condiciones de Atalanta eran feroces: en una carrera participarían los pretendientes. Todos fueron vencidos y condenados a morir. Al final apareció Hipómenes, un ganador. Contaba con un arma maravillosa, como un héroe, las manzanas del jardín de las Hespérides, regalo de la astuta Venus, la que favorece la unión sexual.
F. Leighton, El jardín de las Hespérides
Hipómenes no muestra su deseo y su pasión por el cuerpo desnudo de Atalanta en el lienzo de Guido Reni. Está ceñudo, enfadado, persigue una meta. El objetivo se impone a sus ansias.
Atalanta ha interrumpido su carrera para recoger dos manzanas, la ventaja de Hipómenes ha sido fugaz, ella supera la desventaja y supera a su oponente. Otra vez en cabeza, ante la tercera manzana, un enorme QUIASMO semejante al Discóbolo de Mirón la hace reflexionar.
Este instante es el que ha captado Guido Reni. Atalanta tiene que saber por fuerza lo que está pasando, conoce perfectamente la estratagema de Hipómenes, pero se deja ganar. Atalanta perdió una carrera, pero ganó un marido
Las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides centelleaban al sol. Ella aminora la velocidad y se inclina a recogerlas. Sabe que pierde la ventaja. El titubeo de Atalanta en la tercera manzana es muy breve, pero suficiente para que Hipómenes se recupere y gane la carrera.
Atalanta ha llegado jadeante a la meta, pero ¿ha llegado satisfecha? Ha tenido tres momentos de reflexión, uno por cada manzana arrojada por Hipómenes, tres tentaciones.
Norman Parkinson Ina Balke wearing Nina Ricci, 1961
Dicen que el AMOR ES CIEGO, pero que EL MATRIMONIO LE DEVUELVE LA VISTA.
Atalanta ha visto el mundo, ha viajado más allá del Ponto, ha visto a las Amazonas, el amor de Jasón, la venganza de Medea, cómo se comportan los hombres en una cacería, cuáles son sus conversaciones, cómo hablan de las mujeres y cuáles son sus deseos e inquietudes.
Hipómenes ya no es un muchacho. Ella ha sucumbido a EROS muchas veces, el amor de la unión carnal, pero también ha sentido los pinchazos de HÍMEROS, el deseo por lo que vemos. Puede que también haya sentido a POTHOS, la pasión carnal por el ausente. Los tres hijos de Venus son viejos conocidos de Atalanta.
Pero ¿y la unión definitiva?
Atalanta huyendo de Eros (Lekytos de Atalata atribuido a Douris, ca. 500-490 BCE, cerámica ática. Cleveland Museum of Art)
Algunos dicen que el MATRIMONIO se rige por las leyes de la COMPENSACIÓN. Creo que esto es lo que pensó Atalanta. Sopesó, valoró.
Ya no era una niña, quizá oyó a su reloj biológico que la despertaría a la maternidad. Debía buscar un hombre. Su padre no la querría toda la vida en casa. Debía tomar las riendas de su vida.
Valoró la belleza de su pretendiente, un hombre en la flor de la juventud, vigoroso y apasionado, y también su determinación, el riesgo que corrió y su peculio. Protegido por Venus, portaba unas manzanas de oro. También había codicia en los ojos de Atalanta cuando miraba fijamente a las manzanas de oro.
Paco Rabanne, Gold chain dress – 1966
ATALANTA VE EL FUTURO
Los primeros años todavía sentiría que se le agitaba el corazón al oír la puerta de casa cuando Hipómenes regresaba. Correría a sus brazos y caerían juntos en cualquier rincón. Más adelante, ya no se movería de su sofá. Sentiría confort, seguridad, la paz de una vida sin sobresaltos.
Además, constatará los tópicos que nombran sus amigas sobre sus maridos: los hombres creen que el papel higiénico transita inteligente hasta el cuarto de baño, que el rollo vacío mágicamente desaparece y aparece uno nuevo. Los hombres buscarán siempre una explicación científica a los estados de ánimo de sus mujeres: las hormonas. Zanjado el asunto. Porque Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Sus amigas le han recomendado este bestseller.
Henri Cartier-Bresson – Louvre, Paris 1975.
Si Hipómenes sigue enmadrado, ella no hará como su amiga de Megara, que intenta competir con la suegra. No, ella hará justo lo contrario: si la mamá de él es una estupenda cocinera, ella no sabrá ni freir un huevo; practicará deportes de riesgo, como el ski o el parapente, ala delta o alpinismo, disciplinas que seguro no dominará su suegra.
Respetará al único amor de la vida de su marido: el equipo de fútbol del alma. Se ha prometido a sí misma no interferir en esa pasión irracional.
George Cukor, Two faced-woman (1941)
Jamás reforzará su posición criticando a otras mujeres. Los hombres no lo hacen. Ella tampoco lo hará nunca. Buscará su propio espacio, no olvidará quién fue. Él lo aceptará. Ambos tendrán su ámbito personal, y compartirán lo mejor. No invadirá la intimidad de Hipómenes, él tampoco la suya.
Compartirán hasta que no haya nada que compartir, y después también, por los niños, que se sentirán seguros con sus dos padres, en el único escenario que conocen. Al final de la vida, estarán otra vez solos, como en la pista de la carrera. Él le lanzará de nuevo las manzanas de oro y ella volverá a recogerlas.
The Champs Elyseés, Paris, 1929. by André Kertész
La maravillosa actriz Susan Sarandon reflexiona sobre el matrimonio en la estúpida película Shall we dance? (Peter Chelsom, 2004) junto a Richard Gere y Jennifer Lopez, en una conversación en la barra de un bar con el curioso detective que ha contratado para espiar a su marido.
Ella dice que vivimos en pareja porque NECESITAMOS TESTIGOS DE NUESTRA VIDA, de lo que hacemos, sentimos o emprendemos. Si no, nuestra vida sería oscura e invisible.
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