NO HEMOS NACIDO AYER
Herbert List, Parque del Palacio Orsini (Bomarzo 1952)
Una reflexión sobre la escuela, las disciplinas humanísticas y la formación de los ciudadanos
Extracto del libro de Ivano Dionigi, Il presente non basta (Mondadori). La Repubblica, 15 septiembre 2016
Leído aquí.
Traducción: Maite Jiménez
La palabra ESCUELA evoca una estación de nuestra vida, un título académico, la Cenicienta de nuestros Ministerios, el recuerdo de un magnífico profesor, el origen de nuestros fracasos o de nuestros éxitos. No se recordará suficientemente que “escuela “ deriva de SCHOLÉ, palabra griega que indica el tiempo que el ciudadano reservaba a la formación personal, a la que los griegos llamaban PAIDEÍA, y que no querían que fuera especializada y monocultural, sino completa e integral: ENCKÝCLIOS, “circular”.
Robert Doinsneau
Según esta perspectiva originaria, la escuela es el contrapeso a cierta modernidad polarizada sobre el “presente”, sobre el “ahora”, sobre el “ya” (MODO, de donde justamente derivan tanto “moderno” como “moda”). La escuela es el lugar donde se forman los ciudadanos completos y no simplemente -diría Nietzsche– “empleados útiles”.
En un pais civilizado y culto, es central la figura del profesor, del docente, del maestro (MAGISTER), o dicho de otro modo “el que sabe más y vale más” (MAGIS) y que se relaciona con los otros (-TER), en oposición a MINISTER, “el que sabe y vale menos”. Son términos del lenguaje religioso: el MAGISTER era el oficiante principal, el MINISTER , el oficiante secundario, el asistente, el servidor. Este es el signo de nuestro tiempo: hoy hemos sustutuido el respeto a los maestros por la reverencia a los ministros.
Un dilema cíclico y recurrente es aquel que se pregunta si la escuela debe volver la mirada al pasado ó dirigirla al futuro, privilegiar el conocimiento ó la competencia, aspirar a la formación ó a la profesión. A los que sostienen que la ciencia está destinada a desbancar inexorablemente a las humanidades y que los problemas del mundo se resuelven únicamente en términos de ingeniería y orientación cara al futuro, se les deberá responder que, si la ciencia y la tecnología tienen el deber de la respuesta a los problemas del momento, el saber humanístico tiene el deber de la pregunta, y por tanto, entre ciencia y humanidades tiene que existir una alianza natural y necesaria, porque los lenguajes son múltiples, pero la cultura es una. Steve Jobs nos ha recordado la necesidad de volver a la figura del ingeniero renacentista.
Leonardo da Vinci, El hombre de Vitruvio
Pero, ¿qué responder a quien – consciente en efecto de que la escuela, entendida como SCHOLÉ, tiene la obligación de enseñar lo que no se aprende ni en la familia, ni en la sociedad, ni en las instituciones– debe contar con la realidad agresiva e incontrovertible de un mundo extraescolar paralelo, de otra educación, de otro aprendizaje? Ante este nuevo escenario es necesario continuar creyendo que la escuela es el único lugar de encuentro real respecto al mundo inmaterial de los nuevos “media” ¿Estamos en presencia de puros instrumentos, mientras los valores son otros? ¿O más bien será bueno reconocer que con la realidad “física” convive la realidad “digital” y que la tecnología y las redes sociales crean un nuevo “ambiente”, que significa nuevos pensamientos, nuevas relaciones, nuevos estilos que penetran en la vida de todos los días?
Indudablemente esta nueva cultura y formación tiene riesgos serios: sobre todos ellos, el que Eliot llamaba “el provincialismo del tiempo”, precisamente el de aquel que cree que la vida y el mundo empiezan con nosotros y con nuestro presente; y aquel que Buyng-Chul Han llama “el infierno del Igual”; un mundo sin el PATHOS de la distancia y la experiencia de la alteridad. ¿Qué sabe del presente quien solo conoce el presente? ¿Qué sabe del otro quien con un clic ve la cara pero no el semblante?
Man Ray
Solo la escuela puede- y yo añado, debe- arreglar tales QUERELLAS, conjugar el momento “conocido” de la enseñanza del aula (DOCERE) con aquel “nuevo” del aprendizaje de la red (DISCERE), traducir (TANS-DUCERE) la comunicación en comunión y hacer de tantos “YO” el “NOSOTROS”, que deberá ser el pronombre del tercer milenio.
El deber de la escuela es enseñar que los atajos tecnológicos matan la escritura; recordar a los muchachos que la vida es una cosa seria y no todo un “like”; formar ciudadanos digitales conscientes, como ella ha hecho con los ciudadanos agrícolas, los ciudadanos industriales, los ciudadanos electrónicos; convencerse de que la máquina no puede sustituir al profesor; demostrar que el libro y la tablet non son alternativos y rivales sino distintos, porque el libro “cuenta” y la tablet “informa”.
Un desafío tan deseable como útil sería la coexistencia del profesor de latín –y en general de los profesores de disciplinas humanísticas– y del profesor de TICS, ahora infelizmente denominado por la burocracia ministerial “animador digital” como si se tratase de un papel lúdico y recreativo. De tal contacto los muchachos comprenderían tanto la diferencia entre el tiempo y el espacio como la necesidad de la cohabitación entre el HIC ET NUNC (aquí y ahora) y el UBIQUE ET SEMPER (en todas partes y siempre)
Nunca he comprendido la ruinosa alternativa por la cual el inglés o la informática deban sustituir, y no integrar otras disciplinas como el griego y el latín. Un error bien representado en la propuesta del exministro Luigi Berlinguer: “Volver opcional el latín, dando así espacio a la necesaria primacía científica” Pero yo digo: ¿qué hay más enriquecedor y convincente que un liceo clásico donde la ventaja de los saberes humanísticos se despliegan y se unen a los científicos?
Aumentar y acrecentar, no disminuir y sustraer; ET ET y no AUT AUT debe ser la medida de la escuela. Esto es posible con disposiciones e inversiones verdaderas: ampliando los horarios escolares, aboliendo los deberes, pagando adecuadamente a los profesores. La única reforma digna de la escuela:
ENCRUCIJADA DEL FUTURO.
Nuestro pais, desde hace no muchos años, ha conocido –y reconocido también económicamente- la importancia y la nobleza de la figura del enseñante, del docente, del profesor: aquel que “PROFESA” (del latino PROFITERI) la investigación, el fundamento y la transmisión del saber y de los saberes, una figura cardinal en un pais civilizado que tiene el futuro en sus venas. Una figura para redescubrir y rehabilitar porque hoy está torpemente deslegitimada por los políticos y las familias y desgraciadamente reducida a dimensiones administrativas y a funciones burocráticas; peor: reducida al papel de “facilitador” una especie de “súperdelegado de clase”.
Y de este modo se comete un perjuicio triple: a los enseñantes, que saben que por algunas metas culturales conviene protegerse (habría dicho Mandel´stam) de las “botas de clavos”; a los estudiantes, que piden testimonios de coherencia y verdad; y a la escuela, que no es y no debe ser el lugar donde se atenúan o se ocultan las dificultades, donde por una malentendida idea de democracia e igualitarismo, los saberes se vuelven débiles en lugar de que los alumnos se hagan fuertes.
Con su permiso, compartiré este artículo para animar a nuestros colegas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Lo tienes siempre. Si, debería animarnos. Un abrazo y muchas gracias
Me gustaMe gusta
Genial, Maite. Gracias por transcribir el escrito.
Yo también voy a compartirlo, y si no te importa , lo voy a rebloguear en el blog que tengo para mis alumnos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Por supuesto. Encantada. Gracias
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en Libro de Horas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Fantástico. No puedo estar más de acuerdo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
No tengo palabras para expresar la grandeza de tu escrito MAGNIFICO
Me gustaLe gusta a 1 persona