ELOGIO DE LAS LETRAS

ELOGIO DE LAS LETRAS 

CASSANDRA FEDELE

N.B. Cassandra Fedele, o Cassandra Fidelis (Venecia, ca. 1465-1558), famosa humanista italiana, escribió este «ELOGIO DE LAS LETRAS» en torno al año 1488 y lo pronunció ante Agostino Barbarigo, Dogo de la República de Venecia, y ante su Senado.

Este acto tuvo que ser un acontecimiento extraordinario, dada la condición femenina de la oradora, y por ser la primera vez que una erudita daba un discurso público con voz propia.

Su texto defiende la educación superior de las mujeres, argumentando que también ellas son merecedoras de los maravillosos dones que proporcionan al ser humano los STUDIA HUMANITATIS, los estudios «humanísticos».

En nuestro tiempo también necesitamos voces como la de Cassandra que defiendan las Letras, un tesoro propio de espíritus nobles.

Llegué a las obras de Cassandra Fedele de manera casual. Me di cuenta de lo descuidadas que están estas brillantes humanistas en nuestra lengua. Sus escritos merecen ser sacados a la luz, pues sin duda Cassandra y sus coetáneas son exponentes singulares del pensamiento refinado del siglo XVI que habla en femenino, tanto en latín como en italiano.

La edición crítica del texto confeccionada para esta ocasión -y por tanto inédita- puede verse AQUÍ, en el blog SAL de Sandra Ramos Maldonado, destacada especialista en textos latinos del Renacimiento y que eligió para su Twitter el nombre de la ilustre humanista italiana: @CASFidelis.

A ella le debo la revisión final de mi traducción y sus sabias aportaciones. Por ello le doy infinitas gracias.

Estas son las palabras de Cassandra:

ELOGIO DE LAS LETRAS

(1) Reflexionando yo, alteza serenísima, senadores de la República de Venecia y eruditísimos señores, sobre qué aportaba a las muchachas la inmersión continuada en los estudios, el gran orador y filósofo Giorgio Valla, que me consideraba digna de estar en su presencia, me animó y exhortó a perseguir la inmortalidad con mi dedicación a ellos.

Villa Farnesina (Roma)

(2) Como él me persuadía e instaba con vehemencia a que finalmente pronunciara un discurso en público, a pesar de que no me olvido de que pertenezco al sexo femenino y gozo de escaso ingenio, ruborizada por el pudor, aun siendo honesta su petición, he decidido obedecerle y complacerle, para que la gente común se avergüence de sí misma y deje de molestarme por haberme consagrado a las artes liberales.

(3) En consecuencia, a nadie deberá sorprenderle si al principio a mí, a Casandra, la que les habla, la mente y el ánimo me hagan vacilar y titubear un poco.

Rafael, La Prudencia (Vaticano)

(4) De hecho, al reconsiderar la magnitud del tema sobre el que había decidido disertar ante esta asamblea tan elegante y distinguida, me daba cuenta de que nada tan significativo, brillante y refinado podía venir de un orador elocuentísimo que no pareciera escaso, oscuro y vulgar comparado con la grandeza de vuestros conocimientos y de vuestra excelencia.

(5) ¿Quién, pues, tiene un dominio del ingenio y de la oratoria y la facultad de poder estar suficientemente a la altura de un elogio de las letras y de vuestros eruditísimos oídos?

Frederic William Burton, Cassandra Fedele

(6) Por esta razón, hasta yo misma, consciente de la dificultad y sin olvidarme de mis limitaciones, con motivo de mi intervención podría haber sido fácilmente presa del pánico, si vuestra benevolencia y vuestra clemencia que mostráis con todos no me hubiesen animado a tal propósito, puesto que no ignoro que vosotros no soléis pedir o esperar de nadie más de lo que la lógica del propio caso permita o de lo que los propios hombros de cada cual parezcan poder soportar.

(7) Además de esto me persuade a hablar la oportuna facilidad del mismo tema que al principio parecía disuadirme, y la indulgencia que hace que considere que ningún discurso sea más grato de oír o más delicioso para los que son muy eruditos –parte ésta en la que más sobresalís vosotros- y para los que se dedican sobre todo a la erudición, que el discurso que prometa y abrace de cualquier modo un elogio de las artes liberales y de la literatura.

Rafael, El Parnaso (Vaticano)

(8) Así pues, animada por estos estímulos, ya que ahora veo que me escucháis con atención, hablaré–y muy brevemente, la verdad- de cuán útil, honorable, aunque placentero, y esclarecedor es para el ser humano el conocimiento de las ARTES LIBERALES. Que el ser humano se distingue de las bestias precisamente porque posee la razón y esto por derecho, no solo los filósofos, sino incluso las personas más ignorantes lo perciben y lo reconocen.

(9) ¿Qué es lo que a unos y a otros ayuda, agranda e ilumina en mayor medida que la educación en las artes liberales y su conocimiento? Verdaderamente ellas no solo separan a gran distancia al hombre del ganado, sino que hasta tal punto distinguen clara y adecuadamente al hombre instruido del ignorante e inculto que, a fe mía, los retratos y las sombras no difieren tanto de los hombres reales y vivos como lo hacen los hombres imbuidos de conocimientos de los iletrados e ignorantes.

Rafael, El Parnaso (Vaticano)

(10) Los hombres incultos, en cambio, y que no entienden de letras, si tienen en ciernes por naturaleza la semilla del ingenio y de la razón, cuando la dejan sin cultivar el resto de su vida, la están forzando a morir en cierto modo en un estado de auténtico abandono y ellos se vuelven inútiles para las cosas importantes.

(11) Debido a que vagan sin rumbo fijo, caminan en la oscuridad para hacer cualquier cosa y por culpa de la imprudencia, la ignorancia de las cosas y la inexperiencia se precipitan a muchas desgracias y pasan toda su vida a salto de mata. Estos son los que hacen de Fortuna su diosa y fían todo a su cuidado. Cuando les es favorable, la alaban y besan con ardor, pero cuando les es adversa, la acusan duramente y se quejan.

  ¡Oh, domeñador del mundo, Fortuna de mis empresas,
soldado! ¡Se presenta la oportunidad de la batalla
tantas veces deseada! No hay ninguna necesidad de
plegarias: ¡convocad al Destino con la espada!
Con esta fidelidad llevó Fortuna hasta el final los
destinos tan prósperos del Magno, con ella también lo
reclamó en la muerte desde la suma cúspide de sus
hazañas, y cruel le hizo pagar en un solo día todos los
desastres de los que lo preservó incólume durante
tantos años, y fue Pompeyo el que nunca vio mezclados
bueno y malo: en su felicidad ninguno de los dioses lo
perturbó y en su desventura ninguno se apiadó de él; de
una vez por todas lo golpeó Fortuna con la mano largo
tiempo retenida, abatido en las arenas. (1)

Paolo Uccello, El triunfo de Julio César

(12) Sin embargo, los hombres cultos y colmados de un conocimiento versátil de los temas humanos y divinos, encaminan todos sus pensamientos y sus sentimientos hacia la razón como hacia una meta y liberan de todo malestar al propio espíritu, aunque esté plagado de preocupaciones; apenas están expuestos a los innúmeros dardos de la Fortuna y están bien preparados para vivir bien y felizmente, dejando que la razón sea su guía en todas sus actuaciones; y no tienen en cuenta solo su propio bienestar, sino que además suelen ayudar a los demás muchísimo, con diligencia y criterio, tanto en los asuntos públicos como en los privados.

Rafael, La Escuela de Atenas (Vaticano)

(13) Por ello Platón, un hombre casi divino, escribió que los estados serían entonces más felices (2) cuando, o bien quienes los gobernaran hubieran filosofado previamente, o bien quienes filosofan asumieran su administración. Según creo, él pensó que los afortunados de cuerpo, fortuna y bienes materiales están mucho más inclinados a los vicios y más frecuentemente se tuercen que los que carecen de ellos, y que los dones espirituales, que por lo demás tienen en ciernes por naturaleza, resultan del todo imperfectos si no se cultivan con el estudio. Por esta razón indicó que los hombres sin estudios no son aptos para gobernar. ¡En esto no se equivocó!

(14) El estudio de las letras refina la inteligencia, ilumina y da forma al poder de la razón; borra del todo cualquier defecto del espíritu o bien lo elimina en su mayor parte; perfecciona plenamente sus cualidades y añade más belleza y elegancia a las ventajas materiales y físicas.

Capilla Brancacci (Sta. Maria del Carmine, Florencia)

(15) Por otra parte, los estados y los príncipes que protegen y cultivan estos estudios, ¡cuán humanos, refinados y nobles se vuelven! Sin duda por esta razón estos estudios se han ganado el dulcísimo apelativo de ‘humanísticos’, porque quienes eran de espíritu agreste y muy rudo, con estos estudios se volvían más civilizados y mucho más corteses; y los que, en posesión de bienes externos u otorgados por la naturaleza,  resultan por lo general arrogantes y petulantes, también adquieren la mesura propia de las artes liberales, dulzura, y esa especie de admirable amabilidad hacia todas las personas.

Guirlandaio, Capilla Tuornabuoni (Florencia)

(16) Del mismo modo, pues, que lugares por naturaleza agrestes y que se quedan sin cultivar no solo se vuelven por el trabajo del hombre y su laboriosidad feraces y fértiles en cosechas y en frutos, sino además placenteros, así nuestro talento natural se educa, se perfecciona y se ilumina con las artes liberales.

(17) Esto lo entendió con claridad Filipo, rey de Macedonia, con cuyo valor y trabajo los macedonios, engrandecidos con un imperio riquísimo, empezaron a dominar muchos pueblos y naciones. Cuando anunció en una carta al filósofo Aristóteles que su hijo Alejandro había nacido, se explicó con belleza y sabiduría y manifestó que estaba inmensamente más feliz porque al niño le había tocado nacer durante la vida del filósofo, que porque hubiese nacido heredero de un imperio tan grande(3). ¡Oh, qué palabras tan brillantes y dignas de un príncipe tan grande! ¡Qué expresión tan noble propia de un emperador!

Villa Farnesina (Roma)

(18) Aquel rey y emperador, excepcional por haberse dedicado toda su vida a los asuntos de la guerra y la conquista, había entendido a la perfección que un imperio difícilmente podía ser gobernado con justicia, con prudencia y con gloria por alguien que no hubiese sido instruido en las artes más elevadas.

(19) Así se confirmó poco después en la persona de Alejandro: por haber sido instruido en las artes liberales, superó de largo en el gobierno del Imperio, en su protección y engrandecimiento a todos los príncipes y emperadores que hubo antes que él, así como también a los que nacieron después. Por este motivo, nuestros antepasados consideraban con razón que todos los gobernantes que carecían de formación en letras, aunque fueran expertos en el arte de la guerra, eran unos patanes y unos incultos.

Hasta aquí sobre la utilidad de las letras.

Rafael, El Parnaso (Vaticano)

(20) Este campo tan exuberante y próvido como precioso y divino no solo produce en abundancia, también regala sus frutos ubérrimos, deliciosos y que duran para siempre, frutos que yo misma, cuando pude probar un poco y madurarlos conmigo, con la rueca y la aguja como simples armas de la mujer, aun abatida e injuriada decidí por mí misma marchar en la idea de que, aunque los estudios de letras no ofrecieran ni aseguraran a las mujeres ni recompensas ni dignidad, con todo, cada cual debía perseguirlos y abrazarlos solo por el placer y la satisfacción que les proporcionan…

Falta el resto.

Frederic William Burton, Cassandra Fedele

Si dolce è’l tormento
Ch’in seno mi sta,
Ch’io vivo contento
Per cruda beltà.
Nel ciel di bellezza
S’accreschi fierezza
Et manchi pietà:
Che sempre qual scoglio
All’onda d’orgoglio
Mia fede sarà.
La speme fallace
Rivolgam’ il piè.
Diletto ne pace
Non scendano a me.
E l’empia ch’adoro
Mi nieghi ristoro
Di buona mercè:
Tra doglia infinita,
Tra speme tradita
Vivrà la mia fè.
Per foco e per gelo
Riposo non hò.
Nel porto del Cielo
Riposo haverò.
Se colpo mortale
Con rigido strale
Il cor m’impiagò,
Cangiando mia sorte
Col dardo di morte
Il cor sanerò.
Se fiamma d’amore
Già mai non sentì
Quel riggido core
Ch’il cor mi rapì,
Se nega pietate
La cruda beltate
Che l’alma invaghì:
Ben fia che dolente,
Pentita e languente
Sospirimi un dì.

 

(1) Lucano.  Farsalia 7, 250-252; 8, 701-708.
(2) Platón, República. 473d.
(3) Aulo Gelio, Noches Áticas, 9, 3

EDICIÓN CRÍTICA: Sandra Ramos Maldonado

TRADUCCIÓN: Maite Jiménez Pérez

Acerca de Maite Jiménez Pérez

Profesora de Latín y Griego. Traductora.
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