EL SUEÑO DE DÉDALO

El sueño de Dédalo, arquitecto y aviador.

Antonio Tabucchi, Sogni di sogni (Sellerio editore, Palermo 1992)

TRADUCCIÓN. Maite Jiménez (septiembre 2021)

Una noche hace miles de años, en una época imposible de calcular con exactitud, Dédalo, arquitecto y aviador, tuvo un sueño.

Soñó que se hallaba en las entrañas de un palacio inmenso y que recorría un pasillo. El pasillo desembocaba en otro pasillo, y Dédalo, cansado y confuso, lo recorría apoyándonse en las paredes.

Cuando hubo recorrido el pasillo, fue a dar a una pequeña sala octogonal, de la que salían ocho pasillos. Dédalo comenzó a sentir una gran angustia y un deseo de aire puro. Enfiló un pasillo, pero terminaba en una pared. Enfiló otro, pero también terminaba en una pared.

Siete veces lo intentó Dédalo, hasta que, al octavo intento, enfiló un pasillo larguísimo que, tras una serie de curvas y recodos, desembocó en otro pasillo. Entonces, Dédalo se sentó en un escalón de mármol y se puso a reflexionar.

En las paredes del pasillo había antorchas encendidas que iluminaban frescos azules de pájaros y flores.

Príncipe de los lirios (Knossos)

-Solo yo puedo saber cómo salir de aquí- dijo Dédalo para sí- , y no me acuerdo.

Se quitó las sandalias y empezó a caminar descalzo por el suelo de mármol verde.

Para consolarse empezó a cantar una nana que había aprendido de una anciana sierva que lo había acunado en su niñez. Las arcadas del largo pasillo le devolvían su voz repetida diez veces.

-Solo yo puedo saber cómo salir de aquí –se dijo-, y no lo recuerdo.

En ese momento, desembocó en una amplia sala circular con frescos de paisajes absurdos. Recordaba esa sala, pero no recordaba por qué la recordaba. Tenía unos asientos forrados de lujosos tejidos y, en medio de la estancia, un amplio lecho.

Al borde del lecho estaba sentado un hombre delgado, de miembros ágiles y juveniles. Y aquel hombre tenía la cabeza de un toro. Sujetaba su cabeza entre las manos y sollozaba.

Dédalo se le acercó y le puso una mano en el hombro.

-¿Por qué lloras? –le dijo.

El hombre separó la cabeza de las manos y le clavó fijamente los ojos.

-Lloro porque estoy enamorado de la luna –dijo-. La he visto solo una vez, cuando era un niño y me asomé a una ventana, pero no puedo alcanzarla porque estoy prisionero en este palacio. Me conformaría tan solo con poder tirarme en un prado, de noche, y dejar que me besaran sus rayos, pero estoy prisionero en este palacio, desde mi niñez estoy prisionero en este palacio. Y se echó a llorar de nuevo.

Entonces, Dédalo sintió una gran tristeza, su corazón le latía con fuerza en el pecho.

-Yo te ayudaré a salir de aquí –dijo.

El hombre-bestia levantó otra vez la cabeza y le clavó fijamente los ojos.

-Esta estancia tiene dos puertas –dijo-, cada una vigilada por un guardián. Una puerta conduce a la libertad y la otra a la muerte. Un guardián dice solo la verdad, mientras que el otro siempre miente. Pero yo no sé cuál es el guardián que dice la verdad y cuál el que miente, ni cuál es la puerta de la verdad y cuál la de la muerte.

Nelly (Heraklion, 1927-1939)

-Sígueme –dijo Dédalo-. Ven conmigo.

Se acercó a uno de los guardianes y le preguntó:

-¿Cuál es la puerta que según tu compañero conduce a la libertad?

Y entonces salió por la otra puerta.

De hecho, si le hubiese preguntado al guardián mentiroso, este, cambiando la indicación verdadera de su compañero, le habría indicado la puerta del patíbulo. Si hubiera preguntado al guardián veraz, este, dándole sin cambiarla la indicación falsa del compañero, le habría indicado la puerta de la muerte.

Traspasaron esa puerta y recorrieron otra vez un largo pasillo. El pasillo era en cuesta y desembocaba en un jardín colgante desde el que se divisaban las luces de una ciudad desconocida.

Ahora Dédalo se acordaba y estaba contento de acordarse. Debajo de los arbustos había escondido plumas y cera. Lo había hecho para él, para huír de aquel palacio. Con las plumas y la cera construyó hábilmente unas alas y se las puso en los hombros del hombre-bestia.

Después lo guió hasta el borde del jardín colgante y le habló así:

Nelly (Lakkoi 1927-1939)

-La noche es larga –dijo-, la luna muestra su rostro y te espera. Ya puedes volar hacia ella.

El hombre-bestia se dio la vuelta y lo miró con sus mansos ojos de bestia.

-Gracias – dijo.

-¡Vamos! –dijo Dédalo- Y le dio un empujón.

Y es que nunca me acuesto

sin haber aprendido algo nuevo,

escondiendo mi cabeza entre las sábanas,

derrochando minutos -y no ando sobrado de ellos-,

tomando del día las últimas bocanadas.

Como alma en pena encerrado

en el cuarto de los huéspedes,

creando aureolas de fantasía,

donde hago oídos sordos a las súplicas diarias,

esperando el Pater Noster, la pesadilla.

El futuro es ya,

el que algo quiere, algo le cuesta,

Me lloran los ojos al abrirlos a la claridad.

Tiemblan mis manos cuando acaricio tu cabello,

no dejando de sentirme un fracasado

Como alma en pena encerrado

en el cuarto de los huéspedes,

creando aureolas de fantasía,

donde hago oídos sordos a las súplicas diarias,

esperando el Pater Noster, la pesadilla.

Acerca de Maite Jiménez Pérez

Catedrática de Latín de Secundaria. Traductora en Rinoceronte editora, Ediciones Siruela, Aira Editorial. LAT-GR-ESP-GAL-IT-EN-DEU
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2 respuestas a EL SUEÑO DE DÉDALO

  1. cccouto dijo:

    Bonito. Tabucchi tenía que haber vivido más…. se le echa en falta..

    Le gusta a 1 persona

  2. Pingback: TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE AZUL | Grand Tour

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