UN NÓMADA EN MICENAS
Henry Miller en Hydra (1939)
Henry Miller visitó a su gran amigo Lawrence Durrel en Grecia en 1939. Su viaje por Corfú, Creta, Atenas y el Peloponeso se relatan en un extraño libro de viajes,
El coloso de Marusi
LEER
Algunos dicen que el libro, que no puede calificarse de novela, es la caracterización o la personificación de un “coloso”, el escritor griego George Katsimbalis, o quizá del propio Miller. La mayoría de los críticos dicen que se trata de su mejor libro.
Las páginas de EL COLOSO DE MARUSI sorprenden por libérrimas, por una expresión pasional sin pudor.
Por eso, los amantes del mundo clásico tendrán la cobertura artística de un gran escritor para poder llorar sin saber por qué y por fin sin vergüenza ante las RUÍNAS, esas que no dicen nada, pero que son la esencia del alma humana.
Si Miller se muestra sobrecogido ante MICENAS, por qué nosotros tenemos que explicar por qué se nos saltan las lágrimas porque los almendros están en flor, porque divisamos los montes nevados del Artemisión, patria de Artemisa y el monte Celene, solar de Hermes viajero, o porque las amapolas crecen entre las tumbas del Círculo A.
Foto Maite Jiménez (Grecia 2004)
Pero esto no les sucede solamente a los “cultos” viajeros clásicos, sino a cualquier ser humano que sepa respirar el increíble aire de la ciudadela de Micenas, la rica en oro, la de anchas calles.
Todos nos explicamos las emociones del entusiasta Heinrich Schliemann, quien bien podría ser este viajero que orgulloso posa delante de la Puerta de los Leones.
Henry Miller pasa por Epidauro, por Tirinto y su mundo de cíclopes para llegar a Micenas, un monstruo que se ha desangrado agotado.
En Micenas los propios dioses habrían paseado por esta tierra, por la llanura de Argos que se divisa desde lo alto, viendo con ojos acrónicos el mar turquesa a lo lejos, los naranjos de los huertos y la nieve en las montañas.
El hombre que vio la luz en Micenas estaba lleno de pasiones monstruosas a la vez que de un don para el arte. El silencio que inunda Micenas es producto de la memoria universal de los libros y versos que hemos leído, de todos los recuerdos de los descendientes de aquellos hombres que poblaron Argos.
No hay ninguna explicación arqueológica que satisfaga al viajero por completo, los científicos no han hecho bien su trabajo, quizá no pueden saber más.
Las tumbas se enroscan como serpientes rodeadas de máscaras de oro, pendientes y brazaletes con espirales y esvásticas, trisqueles y estrellas.
Son su cordón umbilical, se aferra a la tierra y aún no ha sido cortado. Misteriosas estatuillas pueblan las tumbas de los menos importantes.
(Leer nuestro post MUJERES PHI y MUJERES PSI)
Círculos, anillos mágicos.
La noche en Micenas siempre es breve, porque es una ciudad rodeada de luz. El mundo de Agamenón y de Aquiles está aquí, una raza misteriosa, que ha olvidado a los dioses. Los muertos se enredan en la hierba rasa, dice el viajero Miller.
Cruzando el puentecillo que está sobre la bóveda, el viajero visita el reposo de Clitemnestra, una mujer estigmatizada por los poetas, todos varones, esos que no comprendieron el desgarro por la muerte de Ifigenia y el egoísmo del rey de reyes para que vientos favorables hincharan las velas de sus mil naves aproadas a Troya.
Mycenae in black and white(Photo-by-corymcburnett.com)
Pero es el TESORO DE ATREO, la TUMBA DE AGAMENÓN la que hace que el viajero sufra una transformación definitiva.
Foto Maite Jiménez (Grecia 2004)
Todos al entrar en el tholos micénico nos sentimos tan seguros dentro como fuera. Es una curiosa sensación, máxime si conocemos que es una bóveda, y no una cúpula que no descansó sobre cimbras de madera, que es simplemente una genialidad, un cilindro relleno. Falta el gran óculo para ser el Pantheon de Roma. Es una experiencia similar. El contacto con la divinidad es mayor cuando se reposa en un círculo o bajo una bóveda.
El cuerpo de Agamenón se deshizo cuando le arrebataron su máscara. El viajero siente una colmena a su alrededor, silenciosa y plena.
La experiencia más potente del viaje a Grecia de Henry Miller fue precisamente la visita a la TUMBA DE AGAMENÓN de Micenas.
Al salir relata:
“No quiero saber nada más de la civilización y de sus productos de almas cultivadas. Renuncié a mí mismo al entrar en esta tumba. De ahora en adelante soy un nómada, un don nadie espiritual. Podéis coger vuestro mundo fabricado y ordenarlo en los museos; yo no lo quiero, de nada me sirve. No creo que ningún ser civilizado sepa ni haya sabido nunca lo que ha tenido lugar en este recinto sagrado. Eso está más allá del conocimiento y la comprensión del hombre civilizado; él está al otro lado de esa pendiente cuya cima fue escalada mucho antes que él o sus antepasados estuvieran en el mundo. A eso llaman la tumba de Agamenón. Bien; tal vez uno llamado Agamenón descansaba aquí. ¿Y qué? ¿Voy por eso a quedarme parado, abriendo la boca como un idiota? No lo haré. Me niego a detenerme en ese hecho, demasiado sólido. Aquí me elevo, no como poeta, narrador, cuentista o mitólogo, sino como espíritu puro. Digo que el mundo entero, abriéndose en abanico en todas direcciones desde este lugar, vivía antiguamente de un modo que nadie es capaz de imaginar”
Digo que los dioses erraban por todos los lugares, que eran hombres como nosotros en forma y esencia, pero estaban libres, eléctricamente libres. Al desaparecer de esta tierra se llevaron cons igo el único secreto que jamás les arrancaremos mientras no seamos libres de nuevo. Un día sabremos qué es la vida eterna: el día en que dejemos de asesinar. Aquí, en este lugar dedicado ahora a la memoria de Agamenón, un crimen horrible y secreto ha marchitado la esperanza humana. Dos mundos yacen yuxtapuestos: el de antes y el de después del crimen. El crimen contiene un misterio tan profundo como la salvación. Palas y azadas no descubrirán nada importante. Los cavadores están ciegos, van a tientas hacia algo que jamás verán. Todo lo que se desenmascara se desmorona al tocarlo. Y de la misma forma se desmoronan los mundos. Podemos cavar eternamente como topos, pero el miedo estará siempre con nosotros, clavándonos sus garras y violándonos.
Pingback: UN NÓMADA EN MICENAS | Grand Tour | Scoop.it
!Qué bella exposición¡. Yotambién estuve en Micenas y ahora me doy cuenta que para visitar lugares de cualquier mundo antes deberiamos empaparnos en el conocimiento de lo que estos lugares entrañan,
Me gustaMe gusta
Pingback: UN NÓMADA EN MICENAS | Mundo Clásico | Scoop.it
Pingback: UN NÓMADA EN MICENAS | Estudios clásicos y románicos | Scoop.it
Casi no me atrevo a decir nada, de conmovida que me has dejado.. Pero preguntaré esta tontuna: ¿hay traducción al español del libro de Miller?.
Visité a la carrera Micenas, con poco más de 20 años. Demasiado joven y demasiado reconcentrada sobre mí misma. Como esos arqueólogos del texto, que no pueden ver ni entender nada. Supongo que hay que haber envejecido un poco para intuir qué cosa sea eso, eso de ser libre como un dios, «eléctricamente libre».
Me gustaMe gusta
En el propio post he cargado el pdf con el texto íntegro. Donde pone LEER
Me gustaMe gusta
me lo acabo de descargar, gracias mil
Me gustaMe gusta
Siempre a tí! Besos
Me gustaMe gusta
Reblogueó esto en El Hablay comentado:
Tras las huellas de un maestro.
Me gustaMe gusta
Pingback: PEREGRINOS DE LA BELLEZA | Grand Tour
Pingback: EL BAÑO DE TELÉMACO | Grand Tour