ASFÓDELOS: se ha sentado la hora del otoño

ASFÓDELOS

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Se ha sentado la hora del otoño

ante mi puerta. Su mirada húmeda,

plena de una ebriedad que no es del mundo,

gravita sobre el campo de asfódelos.

MARÍA POLYDOURI

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Exposición: La Belleza Encerrada
Museo del Prado

     En el medio de la Laguna Estigia, azul, flamenca, heladora, situó Patinir a un vacilante Caronte, cuyos ojos miran nerviosos a izquierda y a derecha. Guía con su remo una diminuta barca y a un hombre dimunuto, casi un homunculus.

    El hombrecillo, con su fealdad gótica, tiembla. Es una pobre alma que ha pagado su óbolo al barquero Caronte para que le transporte al Inframundo. No sabe lo que le espera.

    Si va a la izquierda podrá beber las aguas de la Fuente del Paraíso, Shangri-La,  gozar de la visión divina que conceden los Campos Elíseos y de la eterna juventud. Un ángel indica el camino del torrente.

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   Pero si Caronte se decidiera por ir a la derecha verá las figuras que ha pintado Patinir, son aterradoras: el Tártaro.

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     El Inframundo, el Hades, tiene un lugar donde reina un ETERNO CREPÚSCULO, los Prados Asfódelos.

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     Las praderas son siempre tristes, los pájaros no cantan en ellas, y un río maldito impide que crezcan los árboles. Solo una brisa que ondula los ASFÓDELOS inunda su MUERTE COTIDIANA.

     En los Prados Asfódelos es SIEMPRE OTOÑO, y el corazón de la pobre alma se sentirá siempre abandonado.

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Ha bebido las aguas del río Leteo, vaga perdida y sin recuerdos a los que aferrarse. No ha tenido ni la oportunidad de practicar la memoria selectiva: no ha quedado ninguno, ni los buenos, ni los malos.

Pasear por la Pradera de los Asfódelos es una MUERTE en VIDA.

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    Las almas de esta tierra de nadie son mediocres, no han sido juzgadas por los terribles magistrados del Hades, y no las vigila Cerbero para que no salgan de su tormento sin fin. Tampoco han bebido de la Fuente del Paraíso ni han visto el pasado y el futuro, gozando de la dicha eterna. Están en un LIMBO, suspendidas, inertes y vacías.

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     Pero rompiendo la helada, surgen los plumones de los ASFÓDELOS. Crecen mucho, como espigas de trigo. Son las plantas de Prosérpina, fúnebres y tristes, de largas raíces, por eso permiten a los muertos comunicarse con los vivos.

      Los ASFÓDELOS pueden devolverte el recuerdo, porque son tubérculos hinchados en la tierra, y si los comes, tu pulso cardíaco se alterará. Calman la sed y el hambre y cuando se dejan ver dan algo de color a la tierra yerma, aunque sea un color gris desvaído.

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     Ulises visitó a Aquiles en el Infierno

Se acercó al héroe de Ítaca, y cuando caminaba por entre los asfódelos, las plumas de sus corolas se le iban pegando a las broncíneas grebas. De pronto, despierta. Ulises le hace sabedor de que su hijo Neoptólemo ha obtenido gran gloria.

Mientras le relata las hazañas del muchacho, Aquiles sale de su VIDA ERRÁTICA, y TODO ADQUIERE SENTIDO. Las raíces de los asfódelos le han traído por fin UN RECUERDO, aunque solo fue un instante.

neoptolemus_achilles_helmetNeoptólemo con el casco de Aquiles

     A los poetas ingleses les gustaba la palabra ASPHODELOS, tan griega y tan sugerente, la planta del lugar donde habitan los héroes. Por eso hicieron una travesura y nos hicieron creer que los DAFFODILS eran nada menos que los maravillosos NARCISOS, mucho más coloridos y narcóticos que los humildes asfódelos del infierno de Homero y de Virgilio.

img_6805Narcissus bicolor (Foto Javier Rodríguez, A Trabe-Ourense-Galicia-Spain 2012)

   En un paseo por su tierra de los lagos, inhóspita y heladora, el gran William Wordsworth vive el mismo instante de emoción que Aquiles:

   Una NUBE AMARILLA de DAFFODILS le hace perder la consciencia del frío y todo vuelve a tener sentido. Era el momento que necesitaba para sentirse. 

 

Erraba solitario como una nube
que flota en las alturas sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre,
una hueste de narcisos dorados;
junto al lago, bajo los árboles,
estremeciéndose y bailando en la brisa.
Continuos como las estrellas que brillan
y parpadean en la Vía Láctea,
se extendían como una fila infinita
a los largo de aquella ensenada;
diez mil narcisos contemplé con la mirada,
que movían sus cabezas en animada danza.
También las olas danzaban a su lado,
pero ellos eran más felices que las áureas mareas:
Un poeta sólo podía ser alegre
en tan jovial compañía;
yo miraba y miraba, pero no sabía aún
cuánta riqueza había hallado en la visión.
Pues a menudo, cuando reposo en mi lecho,
con humor ocioso o pensativo,
vuelven con brillo súbito sobre ese ojo
interior que es la felicidad de los solitarios;
y mi alma se llena entonces de deleite,
y danza con los narcisos.

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    Mi agradecimiento a Pepa Botella @Punsetica, por recordarme los DAFFODILS de Wordsworth. Ambas creo que deseamos que se acabe el otoño, venga el invierno, los asfódelos rompan el hielo, nos vuelvan a traer los recuerdos, y una NUBE AMARILLA nos deslumbre.

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Acerca de Maite Jiménez Pérez

Catedrática de Latín de Secundaria. Traductora en Rinoceronte editora, Ediciones Siruela, Aira Editorial. LAT-GR-ESP-GAL-IT-EN-DEU
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3 respuestas a ASFÓDELOS: se ha sentado la hora del otoño

  1. cccouto dijo:

    Precioso. Sólo he visto asfódelos en suelos esqueléticos, arenosos, casi estériles. Por ejemplo, entre las rocas de la Coste da Morte, por Laxe y por ahí. También en la orilla de los pinares, con alguna que otra orquídea, al principio de la primavera. Suelos ácidos, entonces, y mucho sol…Los griegos acertaron también en esto (¡como con todo!) al cubrir de asfódelos esa especie de tierra de nadie del inframundo. Y los narcisos… sí, qué ganas de volver a verlos. Tuve una profesora de inglés (in illo tempore) que me enseñó los primeros versos del poema de Wordsworth. Creo que a los nños ingleses se lo hacen memorizar, un poco como el «Con diez cañones por banda…» por estas tierras nuestras. Bs

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