FEDRA EN LA MENOPAUSIA
Melina Mercouri en Phaedra (Jules Dassin, 1962)
NODRIZA: (…) Conviene, en efecto, a los mortales no contraer entre si más que amistades moderadas que no lleguen hasta la médula del alma, afectos fáciles de romper y que se puedan tomar ó dejar. Pero el dolor de un alma que sufre por dos es una carga pesada; y así sufro yo por ésta. Con razón se dice que las pasiones de la vida dañan más que deleitan, y turban mucho la salud. Así, pues, apruebo menos lo que es excesivo que esta frase: «¡De nada demasiado!», y los sabios pensarán como yo.
Eurípides, Hipólito 250ss
Fedra y su nodriza (Museo arqueológico de Nápoles)
QUERIDO HIPÓLITO:
Mi pasión por ti es una maldición familiar.
Mi padre Minos sigue gobernándolo todo, construye barcos, es dueño del mar. Mi esposo Teseo se preocupa más de su otro amor, su amigo íntimo Piritoo.
Dice que está loco por mi, pero eso mismo le dijo hace muchos años, cuando era solo un príncipe, a mi hermana Ariadna. Con su ayuda, mató a mi monstruoso hermano y antes de llegar a Atenas se olvidó de ella.
Ariadna abandonada. Galleria degli Uffizi (Florencia)
Solo mi nodriza sabe lo que siento, los demás ni se lo imaginan.
Las lágrimas vienen a mis ojos sin que pueda controlarlas, y la verdad es que no sé por qué lloro, porque lo tengo todo: un reino, un esposo poderoso que me adora, un hijo adorable, barcos, casas maravillosas en las islas y más joyas y vestidos de los que puedo ponerme.
Me miro mucho en el espejo, cada día varias veces, intentando entender por qué mi cuerpo no es el de antes, por qué no responde igual.
Estoy demasiado pálida, mi apetito es tan caprichoso que unas veces como sin parar y otras, ayuno sin remedio.
Mi humor es insoportable, unos días violento, otros delirante, las más de las veces me encierra postrada en mi habitación, presa de un cansancio sin motivo.
Duermo separada de Teseo, ya no lo aguanto, pero de vez en cuando cedo a sus deseos, porque es mi marido, y el rey. Se acabó la pasión de los primeros años.
Me llaman histérica
Yo también estoy de nuevo en el laberinto, perdida entre las páginas del LIBRO de mi vida.
Dicen que el amor es más fuerte cuanto más tardío.
Ese amor es el que se ha presentado al conocerte. Con su ardiente fuego calienta mis entrañas.
Mi amor por ti está causado por Afrodita, a la que tú has descuidado entregándote a los pasatiempos de Artemisa, ardoroso, juvenil, severo, gallardo, virginal, conduces tu carro de caballos fogosos.
Mientras a mi un amor cómplice me abrasa en silencio.
Antes me besabas a la vista de todos, a la vista de todos me seguirás besando.
Los planes de tu padre, bien aconsejado por el marido de Ariadna y alentado por mi padre, son casarte con Aricia.
Es joven, pura y conveniente para ti. Así llegarás al trono cuando Teseo no esté, y yo tampoco.
No soportaré esta situación.
Sé lo que piensas de mi, pero ningún enamorado ve lo que es o no decente.
Te amo, y no dejaré que te cases con ella.
Siento tu rechazo, sé que te irás veloz con tus caballos después de lo sucedido. Tu padre lo sabe, todos lo saben. Yo misma se lo he confesado esta misma mañana cuando estaba atendiendo a los familiares de los naúfragos del S/S Phaedra. Te ha repudiado, te ha herido.
Contigo yo iría al fin del mundo. Vayámonos de Trecén y escondámonos en alguna parte donde nadie nos encuentre.
Yo también me voy.
Me lo dijeron muchas veces:
ojalá nunca te enamores de quien te pueda despreciar.
Alexandre Cabanel, Fedra
J. Ph. Rameau, Hyppolyte et Aricie
Ô NUIT
(Himno a la noche)
(arreglo del Dúo de sacerdotisas de Diana Rendons un éternel hommage)
¡O Noche! Es profundo tu silencio
cuando las estrellas brillan en el cielo.
Me gusta tu manto radiante,
tu calma es infinita,
tu esplendor es inmenso.
¡O Noche! Tú que planteas sueños,
calma al desafortunado que sufre en su reducto.
Ten compasión de él, prolonga su sueño,
apiádate de su condena.
Aparta el dolor; noche clara y serena.
¡O Noche! Das a La Tierra
la calma encantada de tu misterio.
La sombra que te acompaña es muy dulce:
Si dulce es el concierto de tu voz
cantando la esperanza y grande es tu poder,
transfórmalo todo en un feliz sueño.
¡O Noche! Da otra vez a La Tierra
la calma encantada de tu misterio.
La sombra que te acompaña es muy dulce:
¿Es tan hermosa como un sueño?
¿Es realmente más dulce que la esperanza?
Georges Barbier, Hipólito y Fedra
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