SULPICIA Y EL QUÉ DIRÁN
#8M
Museo Archeologico Nazionale di Napoli
Quizás sea SULPICIA la única poeta romana cuyos versos han llegado hasta nosotros, escondidos entre las elegías de Tibulo.
La joven SULPICIA era de familia nobilísima, hija del orador Servio Sulpicio Rufo (hijo del jurista) y de Valeria, hermana de Mesala Corvino, amigo de Octavio Augusto.
Por esta razón, la poeta debutante pudo codearse con los distinguidos miembros del club de Mesala, protector de Tibulo y Ovidio.
Era una docta puella.
Los seis poemas del Corpus Tibullianum que se consideran escritos por SULPICIA son una especie de delicadas cartitas de amor a un joven llamado Cerinto. Seguramente este muchacho pertenecía a una clase social inferior.
Tan solo en estos cuarenta versos, el lector es capaz de imaginar una historia de amor entre SULPICIA y su amante: el amor que llega por sorpresa, las habladurías, la satisfacción de transgredir las normas, la rebeldía femenina, la traición y la infidelidad del amante, la enfermedad de Sulpicia, la prueba del amor de Cerinto y la tierna confesión de haber ocultado una pasión ardiente.
I.
Por fin llegó el amor, y más vergonzoso sería
haberlo escondido que desnudarlo ante todos.
La diosa Citerea, conmovida por mis versos,
me lo trajo y lo depositó en mi seno.
Cumplió sus promesas Venus: que cuente mis gozos
el que se jacte de no haberlos tenido nunca.
No quisiera yo confiar ni una palabra a mis tablillas selladas,
no sea que las lea alguien antes que mi amor.
Este pecado me encanta, poner buena cara por el qué dirán me fastidia:
que vayan diciendo que éramos dignos la una del otro.
II.
Llega un cumpleaños odioso, que, triste, en el incómodo
campo y sin mi Cerinto habré de pasar.
¿Qué hay más delicioso que esta ciudad?¿Son propios de una chica
una casa de campo y un río helado en la campiña de Arezzo?
Descansa, Mesala, que estás demasiado preocupado por mí:
tío, a menudo no son oportunos los viajes.
Me llevan lejos, pero aquí dejo mi alma y mis sentimientos,
ya que tú no permites que yo decida.
III.
¿Sabes que el triste viaje se ha alejado del corazón de tu chica?
Ya puede estar en Roma por tu cumpleaños.
Celebremos los dos juntos el día de tu cumpleaños,
que ahora te llega de casualidad, sin que lo esperaras.
IV.
Me complace, seguro como estás, lo mucho que ahora te permites
sin tenerme en cuenta, no sea que caiga yo en algún error tonto.
Preocúpate antes por la toga y por la puta con un cesto de lana
en la cabeza que por Sulpicia, la hija de Servio.
Se desvelan por mí quienes sobre todo se apenan
de que me vaya a la cama con cualquiera.
V.
¿Tienes, Cerinto, una devota preocupación por tu chica,
ahora que la fiebre atormenta mi cuerpo agotado?
¡Ay! Yo ahora no desearía más que vencer esta penosa
enfermedad, si pensase que tú también lo quieres.
Pero, ¿de qué me serviría vencer la enfermedad, si tú
eres capaz de soportar mis males con el corazón impasible?
VI.
Que ya no sea para ti, luz de mi vida, tu ardiente pasión
como creo que fui hace solo unos días,
si en toda mi juventud nunca he cometido un error tan tonto,
del que confieso estar muy arrepentida,
como el de dejarte solo la otra noche
por querer esconderte mi ardor.