LA ALFOMBRA DE CLEOPATRA
Liz Taylor como Cleopatra fotografiada por Bern Stern (1962)
MECENAS
Ahora Antonio ha de dejarla para siempre.
ENOBARBO
Nunca. No lo hará.
La edad no puede marchitarla, ni agotar la rutina
su infinita variedad; otras mujeres sacian
los apetitos que alimentan, pero ella da más hambre
allí donde más satisface. Las cosas más viles
se tornan tan fascinantes en ella, que los sagrados sacerdotes
la bendicen cuando arde de lujuria.
(Shakespeare, Antonio y Cleopatra, II, 2, 274-281)
Herculano
La mujer donde se contenían todas las mujeres, madre universal, esposa total, la nueva Isis.
Un nudo de fertilidad ataba su vestido de fino lino nilótico.
Isis (época de Adriano)
El poder de Cleopatra VII trascendió más allá de su vida, y las matronas romanas, que tanto la odiaron, imitaron su estilo durante muchos años después de su muerte.
Tanto desearon vestir como ella, que abandonaron sus rudas telas y adoptaron los tejidos vaporosos y frescos que lucía la egipcia.
Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963)
Las serpientes de oro se enroscaban en sus brazos y sandalias de fina piel de cabritilla calzaban sus pies.
Incluso corría la fama de que la depravada reina se bañaba en leche de burra completamente desnuda.
Pintaba sus ojos con polvo de lapislázuli y sus labios con rojo cinabrio. Envolvía su cuerpo con bálsamos embriagadores. Así conquistaba a sus amantes.
Helmut Newton
No obstante, el poder de Cleopatra no estaba tanto en su belleza física como en su impresionante inteligencia.
Era políglota y hacía gala de una oratoria imbatible.
Supo utilizar con maestría toda el aura faraónica de misterio y sofisticación que rodeaba su persona.
Era una mujer culta, depositaria del alma de Alejandro.
Hoy su fascinación no ha cesado en absoluto. Nombrar a Cleopatra hace que surjan de inmediato todos los aromas de Oriente, el lujo, el erotismo y el poder de una mujer sin duda singular.
Asistía preocupada a la invasión de su país por las legiones romanas. Ella quería un Egipto fuerte, gobernado por su cetro en exclusiva. El tener que reinar con su hermano-esposo sagrado, obstaculizaba sus planes de poder absoluto.
Anhelaba devolver a Egipto el esplendor de los faraones.
Representación de Cleopatra VII y Cesarión en el templo de Dendera (National Geographic)
Roma estaba inmersa en una guerra civil que la debilitaba sin remedio.
En el 48 a.C. Pompeyo, derrotado por César, huyó a Egipto para rearmarse.
Cleopatra lo ayudó.
Pompeyo (Foto Egisto Sani)
Los partidarios de su hermano Ptolomeo fraguaron un complot contra ella. Querían su muerte. Era impensable que una mujer ocupase el trono de los antiguos faraones.
Ella logró escapar del asedio de los secuaces de su hermano y se marchó a Siria, donde formó un ejército con el objetivo de destruir a su hermano.
En ese momento apareció Julio César. No tenía interés especial en la causa de Cleopatra. Quizás incluso hubiese preferido a Ptolomeo, mucho más débil y manejable que la reina.
Pero este encuentro que narran los historiadores marcó para siempre la historia y también la leyenda de los amores entre el general y la reina de Egipto. Qué duda cabe que la historia de Roma tuvo un antes y un después marcado por la aparición en escena de Cleopatra.
César se encontraba en Alejandría.
Isla de Philae (National Geographic)
Esto es lo que cuenta Dión Casio:
(…) Las razones por las que tardó tanto tiempo en venir a Roma y no regresó inmediatamente después de la muerte de Pompeyo fueron las siguientes. Los egipcios estaban molestos con los impuestos sobre sus bienes, y estaban ofendidos porque ni siquiera uno de sus templos había quedado indemne, ya que son los hombres más religiosos del mundo, llegando a entablar guerras entre sí por este particular, pues no practican todos el mismo culto, sino que son diametralmente opuestos entre sí en sus creencias. Así que, de resultas de esta humillación y por miedo a ser entregados a Cleopatra, que tenía mucha influencia sobre César, se sublevaron.
Al principio, Cleopatra había llevado el litigio contra su hermano ante César a través de intermediarios, pero luego, tan pronto como conoció su naturaleza –pues era muy enamoradizo y tenía relaciones con muchísimas mujeres, con tantas como se le cruzaban-, le envió recado de que estaba siendo traicionada por sus amigos y de que merecía exponer su causa en persona.
Por lo demás, era la más hermosa de las mujeres y en aquel momento, en la flor de la juventud, llamaba mucho la atención, tenía una voz fascinante y sabía relacionarse con todo el mundo con encanto, de tal manera que, siendo brillante tanto a la vista como al oído, y con el poder de subyugar a cualquiera, incluso a un hombre bregado en el amor y ya no muy joven, consideró que podía entrevistarse con César aprovechando este aspecto, y fió a su belleza todas sus pretensiones al trono.
Así pues, solicitó ser admitida a su presencia, y se arregló y embelleció para aparecer ante él lo más majestuosa y digna de lástima posible. Cuando ultimó sus planes, entró en la ciudad-pues se encontraba fuera de ella- y de noche, sin saberlo Ptolomeo, penetró en el palacio. César, en cuanto la vió y la oyó hablar, quedó tan cautivado que, antes de que amaneciera, mandó llamar a Ptolomeo e intentó reconciliarlos: en ese momento se convirtió en abogado de la mujer de la que antes creía tener derecho a ser juez.
Historias Romanas 42.34
Pero fue Plutarco el que narró los pormenores del primer encuentro entre César y Cleopatra y el asunto de la ALFOMBRA.
Al parecer, una traducción un tanto descuidada de στρωματόδεσμον fue la causa de que en el cuadro de Jean-Léon Gérôme Cleopatra salga de una alfombra persa.
El στρωματόδεσμον parece que puede ser un saco grande donde se enrollaba la ropa de cama, más que una alfombra. En cualquier caso, Plutarco refiere que la reina se envolvió en este «saco de dormir» para aparecer ante César:
Entonces Cleopatra, tomando de entre sus amigos solamente a Apolodoro de Sicilia embarcó en una pequeña barca y arribó al palacio cuando estaba oscureciendo.
Como no había otro modo de que pasara inadvertida, se metió cuan larga era en un saco grande para la ropa de cama. Apolodoro ató el saco con un cordel y lo pasó por las puertas hasta donde estaba César.
Se dice que de esta manera, con esta argucia de Cleopatra, César quedó cautivo, pues ella desplegó toda su coquetería, y en una cita posterior, sucumbiendo a sus encantos, la reconcilió con su hermano para que compartiera el trono con él.
César 49, 1-2
Aria de Cleopatra
Piangerò la sorte mia,
sì crudele e tanto ria,
finché vita in petto avrò.
Ma poi morta d’ogn’intorno
il tiranno e notte e giorno.
Traducciones: Maite Jiménez (julio 2020)
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